domingo, 28 de junio de 2009

El primer prólogo de una futura escritora

Sentarme a escribir, a contar una historia, verdadera o fantástica, ha resultado ser más difícil de lo que parecía. Talvez se deba a que no he estudiado literatura ni me he preparado en ningún aspecto a ser escritora (bueno, lo que se dice SER, no sé, a intentarlo).

Todo comenzó en una época de mi vida dónde me encontraba como en un paréntesis; cuando no tenés nada para hacer más que esperar, ver pasar los días sin la menor intención de cambiar el curso del presente. En esos días comencé a leer mucho (siempre me gustó leer, sólo que antes no tenía tanto tiempo disponible) sobre todo novelas, ya que me gusta participar del libro la mayor cantidad de tiempo posible.

Para mi, leer un libro es toda una ceremonia: cuando comienzo uno leo religiosamente por lo menos una vez al día (si no puedo más, por causas de fuerza mayor) porque si me alejo demasiado tiempo de la historia siento que me falta algo, saco mis conclusiones sobre la lectura del día (lo hago casi sin pensarlo) y espero todo un día para empezar una nueva historia.

Como toda persona que se jacte de leer de verdad, tomo los amores y odios de los personajes como míos; tanto, que cuando termino de leer el libro, siento una especie de tristeza que no experimento en ninguna otra situación. Por un lado está la melancolía de que ya no voy a saber más de la vida de los protagonistas, la nostalgia de los días dónde todavía me faltaba para terminar y por lo tanto, podía seguir en el mundo de la lectura.
Pero por otro lado, siento la ansiedad de saber que me deparará una nueva historia, un nuevo escritor; que nuevo mundo abrirá su imaginación mezclada hasta confundirse con la mía.

No hay comentarios: